Hace varios meses desde que
hice mi última publicación. En la misma
plasmé mis sentimientos de alegría y esperanza con respecto a la llegada
próxima de mi bebé. Hablaba de mi
“regalo de navidad”, ya que para alrededor de esa fecha lo esperábamos.
Pues, mi regalo llegó y
ahora miro atrás y pienso en los meses que estuvo dentro de mí y todo lo que
soñé para él, para nosotros. Muchas
sorpresas, sustos e incertidumbres suelen presentarse a lo largo de los meses de
gestación, y es que se anhela tanto el poder sostener a esa creatura de Dios en
los brazos y se espera que venga sano y fuerte; sin embargo, muchas veces se
nos olvida confiar realmente en Dios y dejarlo todo en sus manos.
En estos meses de espera
nos llenamos de ansiedad porque deseamos que todo esté listo para cuando el
bebé llegue, todo lo material, que si la cuna, los pañales, la ropa, etc., y me
pregunto, ¿qué tan importante es eso en realidad? A veces pienso que nos preocupamos por lo que
en realidad no debemos. Si bien es
cierto el dicho “Dios proveerá” no significa que podemos sentarnos en una silla
y que todo caerá del cielo mágicamente, sino que tenemos que intentar hacer lo
humanamente posible para obtener los mejores resultados y ya habiendo puesto
todo nuestro esfuerzo, si queda algo pendiente, dejarlo en manos de Dios.
Pienso entonces en la
familia de Nazareth. María desde que el
Arcángel Gabriel le anunció que sería la madre del Salvador se tuvo que empezar
a preparar, tal vez comenzando por alimentarse bien, o bien empezó a tejerle
ropa o cobijas al bebé para que al
llegar a este mundo tuviera con qué calentarse.
También su preparación contemplaba un tiempo para compartir con los
suyos y con los que más lo necesitaban y vemos en las escrituras que consideró
prudente visitar a su anciana prima Isabel.
Pero principalmente María se preparó en la oración. Ella era la escogida de Dios, ya era una
mujer de oración, sin embargo, todas esas inquietudes de futura madre se le
presentaban y más siendo tan joven, y ante esto, ella oraba
incansablemente. José también tuvo que
haberse preparado, tal vez dobló horas de trabajo para generar más dinero para
poder darle todo lo necesario al niño y que no le faltara nada. Ambos se alistaron pero con los ojos puestos
en Dios.
Pienso ahora que al tener
que migrar de ciudad, teniendo sólo una mula para cargar con ellos y con sus
pertenencias, tal vez la mayor parte de lo tejido por María se tuvo que quedar,
hasta puede que José siendo carpintero haya tallado la cuna más hermosa jamás antes
vista y con la mejor madera de aquellos tiempos y también tuvieron que
dejarla. Les tocó renunciar a toda posible
comodidad y a cambio, tuvieron que pedir posada en medio de la noche, con frío
y cansancio, para al final sólo poder ofrecerle a su hijo un pedazo de tela
para cubrirlo y un poco de paja para recostarlo.
Los tiempos han cambiado,
eso lo sé, ahora existe cada nueva cosa para hacernos la vida más fácil. Sin embargo, es importante cuestionarse si
realmente todo lo que adquirimos es necesario o simplemente lo obtenemos por
moda o capricho. ¡Cuánta humildad nos hace
falta!
Pero insisto que el
problema está en el enfoque erróneo de las cosas, ¿qué es lo realmente
importante? Me atrevo a compartir una
anécdota de mi hermana. Al nacer su
segundo hijo, éste tuvo que quedarse unos días más en el hospital y ella lo
visitaba a diario. Preparada desde mucho
antes le tenía la ropa para salir del hospital, un día que fue de visita le
dijeron que ese día podía llevárselo a casa.
Ahora que soy madre me imagino la alegría que pudo sentir al escuchar
esas palabras, aun cuando no se esperaba que ocurriera ese día. En ese momento no importó más nada que
llevárselo a casa, la ropa preparada en casa se había quedado, lo sacó del
hospital con tan sólo con un suéter y una sabanilla cualquiera.
Ese es el ejemplo que hemos
de tomar de María y José, lo importante no era dónde ni cómo ni con qué iba a
nacer Jesús, sino para qué. Jesús iba a
ser el Salvador, pero antes de eso llegaba al mundo para darle luz, alegría y
esperanza a sus padres, eso era lo importante.
Así mismo es lo que cada bebé que nace le brinda a sus padres, y con eso
ha de bastar, lo vital es tener el corazón dispuesto a recibir esa nueva vida y
llenarla de amor.
Ese es el “Regalo sin
precedentes” de nosotros los padres. Yo
recibí mi regalo hace exactamente un mes, sí, el mismo día que María y José
recibieron al suyo, esa era la voluntad de Dios y le doy gracias por eso.
Diría entonces que fue mi
regalo de navidad del 2015, por supuesto que lo fue, pero también será mi
regalo de cada futura navidad y de cada día de mi vida, así como me imagino fue
Jesús siempre el regalo para sus padres.
Además medito en el significado de la navidad. Navidad no es la época, no es sólo dar y
recibir regalos, ni comprar ropa nueva, ni comer comida deliciosa, sino que es
agradecer, compartir, soñar. Navidad es
amar y amar es de todos los días.
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