Recién fue mi cumpleaños. El
cumpleaños es un día para recibir innumerables saludos de felicitaciones y
bendiciones por las diferentes vías de comunicación existentes, día para festejar
con familiares y amigos, cantar cumpleaños, soplar la vela y pedir un deseo;
día para caer en cuenta que el tiempo pasa volando y que hay aún muchas cosas
que no hemos podido realizar, día de ser consentidos por nuestros seres
queridos, día para reír, disfrutar pero sobre todo para dar gracias a Dios.
Me quedé pensando, ¿qué tan importante nos resulta recibir felicitaciones? Primero que todo hay que tener claro que hay
diversas maneras de hacer llegar una felicitación:
§ - Recibir visitas. Eso sería lo óptimo. Dar un abrazo y un beso, pasar un tiempo con el
celebrado y mostrarle nuestro cariño.
§ - Las llamadas telefónicas. Es un gran medio ya que muchas veces la
distancia dificulta el ir de visita. Una
llamada siempre es bien recibida y alegra el corazón.
§ - Saludos por redes sociales. Facebook es el principal, ya sea por mensaje
personal o por un post en el muro, también está twitter, WhatsApp, entre
muchos. Personalmente pienso que es
bonito saber que las personas se toman aunque sea un minuto para ti, y que es
muy probable que lo hagan con las intenciones más nobles y en verdad, eso se
agradece.
§ - Saludos mediante intermediarios. Es cuando alguien te dice “Fulanito me dijo
que te dijera que felicidades”. Siempre
ha de haber una razón por la cual no se dio una felicitación directa, y por eso
se recibe con igual cariño.
§ - Cuando el celebrado llama. Esta es poco usual, pero es curioso cuando el
homenajeado del día tiene la necesidad de llamar a alguien para comunicarle
algo y puede que la reacción de ese alguien sea una de dos: que hable todo la
distancia sin recordar que es su día, o que apenas le escuche la voz diga, “estaba
a punto de llamarte para felicitarte”. También
vale aunque me parece graciosa.
Todo esto me recuerda a mi difunta abuela que decía “hoy yo no llamo a
nadie aunque realmente lo necesite, que me llamen” - y ay de que no llamaras –
jaja. Y por supuesto tenías que estar
clarito con la fecha, porque no tenía Facebook para recibir el aviso. ¿Qué sucede en la actualidad?, si uno no
tiene en el Facebook el cumpleaños visible, ¿sería la misma historia de si lo
tuvieras público y sería la misma lista de felicitaciones? Tal vez no.
¿Y qué pasa con los que no te escriben?
Pues nada, no significa que signifiques menos para ellos o que no te
tengan siempre presente, tal vez simplemente tuvieron un día ocupado, o no es
su costumbre felicitar, pero por supuesto y tristemente, si habrá gente que
sabiendo y teniendo tiempo, simplemente no le ha de importar escribirte, pero
eso es cuestión de cada quien porque cada persona es diferente y eso hay que
respetarlo.
Ahora bien, este año por primera vez en 29 años me ha tocado a estar a
miles de millas de distancia de mi país y de toda mi gente, y créanme valoro y
reconozco lo maravilloso de la evolución de las tecnología y las redes
sociales, cuando puedes hacer una video llamada por Skype aunque sea por unos
minutos y puedes ver y escuchar a tus padres, tu hermana y tus adorables sobrinos
cantándote feliz cumpleaños. O
cuando recibes imágenes y fotos con los buenos deseos, o cuando a una amiga no le basta con hacerte un collage y sino que te
llama por teléfono, esos detalles, no tienen precio. Y aunque bien es cierto que jamás equivaldrá
a un abrazo y un beso, bajo las circunstancias, es realmente de mucho
provecho.
Pero qué bonito es tener al alguien contigo celebrando. Por ejemplo, genera mucha alegría saber que
donde estés puedes hacer nuevas amistades que se preocupan por ti y tiene es
gesto de compartir el día contigo y hasta preparar una sorpresa de cantarte las
mañanitas y tocarlas con mandolina.
También el tener a un ser querido – en mi caso, mi esposo -
consintiéndote, buscando tu comodidad y tranquilidad en este día.
Sin embargo, pienso yo que un cumpleaños no es cumpleaños sin darle
gracias al que te dio la vida: Dios.
Procurar ir a misa indistintamente que sea domingo o cualquier día de la
semana, buscar estar en paz con Él y simplemente agradecerle y decirle cuanto
le amas. Puedes tener una bendición
extra y quedarte adorando su majestuosidad.
Finalmente, en el cumpleaños uno suele pensar en la vida, en lo que
hemos ganado y lo que hemos perdido, en lo que hemos hecho y lo que nos falta
por hacer, entre otras cosas. Pero en
verdad considero que todo esto se resume en cuánto hemos amado y que es
probable sea la pregunta que tengamos que responder en nuestro juicio ante el
creador. La pregunta es ¿por qué
necesitamos de un cumpleaños para meditar sobre esto, cuando debería ser una
acción diaria?
Le llamamos un día especial a nuestro cumpleaños, a nuestro día de
bodas, al nacimiento de nuestros hijos, al día en que nos bautizamos,
confirmamos o hacemos la Primera Comunión, al día en que completamos algún
logro académico o laboral, y estos son sólo algunos ejemplos. La verdad es que cada día nos hacemos más
viejos, cada día adquirimos experiencias distintas, cada día aprendemos algo
nuevo, es decir, que cada día es especial; para llegar al día de nuestra boda, hemos
tenido que aprender a amar a nuestra pareja y a nosotros mismos, a amar la
relación, a compartir, a comprender al otro, cada día; cuando una creatura nace
es porque al concebirlo se le ha deseado y se le ha amado y por nueve meses se
le ha cuidado y esperado; cuando decidimos dar el paso de recibir un nuevo
sacramento, es porque hemos aprendido de Dios, le hemos amado y queremos seguir
amándole; cuando tenemos algún logro en
la vida es porque hemos encontrado deleite en lo que hacemos, porque hemos
querido superarnos, porque con nuestras acciones queremos ayudar de una u otra
manera a los demás que amamos. Y así se
puede seguir en cada acontecimiento de la vida.
En fin, todos los días es un día especial, nosotros lo hacemos especial,
que nuestra alegría, que nuestros agradecimientos, con nuestras ganas de vivir,
con nuestra entrega a los demás, con nuestra confianza puesta en Dios. Y todos los días podemos ser consentidos de
nuestros seres queridos.
Mi cumpleaños fue un día especial y doy gracias a todos los que me
felicitaron de una u otra manera, a lo que no también, a los que me felicitan
todos los días con una sonrisa o un “hola, ¿cómo estás? y a los que lo hacen
aunque no me entere, mediante un pensamiento o una oración. Gracias a Dios por sus vidas, por ser parte
de mi vida, porque les da siempre un día especial; y en la distancia, pienso y
oro por ustedes.
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